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Alberto Díez | melómano. Ha donado 2.600 discos a Barakaldo
"La música expresa lo que ya no se puede decir con palabras"

por Adela Estévez Campos

Alberto Díez Serna, "barakaldés, barakaldés", como le gusta recalcar, de 66 años, jubilado y melómano, padre de dos hijos que no han heredado su pasión por la música clásica, ha donado al Ayuntamiento de Barakaldo una colección con 1.281 títulos en un total de 2.588 discos que ya están a disposición de todos en la Biblioteca Central y cuyo fondo piensa seguir ampliando con próximas donaciones porque aspira a que la discoteca clásica de Barakaldo sea la mejor de Euskadi. Mientras responde a esta entrevista, está como todos los días escuchando música en el salón de su casa, con su esposa, que comparte sus gustos. “Ha terminado por aficionarse a la música de tanto oírla”, dice.

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> 03/12/2012. Un vecino dona 2.500 discos de música clásica que quedan depositados en la biblioteca central




Pregunta. ¿No es demasiado joven para donar sus discos?
Respuesta. ¿Qué tenía que hacer? ¿Esperar y dejarlos en el testamento? No, me encontraba en una situación en la que empezaba a no tener sitio en casa para libros y discos, así que decidí donar la mitad aproximadamente de mis 'compacts' a la biblioteca, donde además, si quiero, sigo teniendo acceso a ellos.

P. ¿Al decir la mitad, quiere decir que conserva una cantidad similar?
R. Sí, aún tengo en casa unos 3.000 discos. A los melómanos nos gusta tener distintas interpretaciones de nuestras obras preferidas. Por ejemplo de las sinfonías de Beethoven o de las de Mahler he llegado a tener alrededor de treinta versiones de cada una de las integrales.

P. ¿Y a sus hijos no les ha parecido mal que prescinda de más de 2.500?
R. ¿Por qué les iba a parecer mal si eran míos? De todas formas, si quieren, todavía hay discos para dos hijos y para cuatro.

P. ¿A ellos no les gusta la música clásica?
R. Al chico le gustaba de pequeño y me preguntaba y se grababa cosas y se las llevaba para oír en su habitación, pero luego se cruzó el heavy metal y se acabó. La chica es más de blues.

P. ¿Cuál es su profesión?
R. Estoy jubilado desde los 61 años, era visitador médico y siempre me gustó escuchar música en casa y en el coche.

P. ¿Tiene formación musical?
R. De chaval tocaba en la rondalla, pero no, no tengo formación. No hace falta formación musical para disfrutar de la música.

P. ¿Viaja para ver conciertos u ópera?
R. No y cada vez menos, porque el repertorio de las orquestas en concierto suele ser muy limitado, siempre repiten las mismas obras, supongo que porque si no la mayoría del público no iría a las salas, así que prefiero verlos en dvd en casa. En cuanto a la ópera, soy muy aficionado a Wagner, pero en general prefiero la música instrumental.

P. ¿Cuáles son sus orquestas favoritas?
R. La Filarmónica de Viena, la de Berlín y la Sinfónica de Chicago, pero yo soy más de directores.

P. ¿Entonces, quiénes son sus directores preferidos?
R. A mi mujer le encanta Dudamel por la vitalidad y la pasión que tiene. A mí me gusta Toscanini por su postura, por su pasión, por su respeto a la partitura e incluso por su postura política. Y Furtwängler, Abbado y Tennstedt, entre otros.

P. En la rueda de prensa de presentación de la colección se dijo que “es seguramente la más importante que existe en la comarca de la Margen Izquierda y una de las mejores de Euskadi”. ¿Qué opina de esto?
R. Me encanta la idea de que Barakaldo tenga la mejor discoteca de música clásica pública de Euskadi y mi intención es seguir ampliándola. A uno de los muebles le falta más de la mitad para llenarse y si la bibliotecaria no me los tira a la cabeza, yo pienso seguir donando discos para completarla.

P. ¿Qué recomendaría a alguien al que no le guste la música clásica?
R. Que la escuche, que se anime a probar porque es un mundo maravilloso. La primera vez que oí a Mahler, que me compré todas sus sinfonías de una tacada, pensé que era inaudible y hoy es, con Beethoven, mi músico favorito y tengo más de 600 discos con su obra. Creo que la mejor definición de la música es que expresa lo que ya no se puede decir con palabras.