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Isabel García Arribas y Roberto Rodrigo | alpinistas
“Nuestra filosofía es que el día que intentemos el Everest será sin oxígeno”


por Koldo Llorente

Su mayor afición es coronar cimas de diferentes montañas del mundo, desde las más cercanas, como el Argalario o el Gorbea, hasta los famosos ‘ochomiles’ del Himalaya. Los barakaldeses Isabel García Arribas (Burgos, 1967) y Roberto Rodrigo Espiga (Barakaldo, 1969), del Grupo Alpino Turista de Barakaldo, vivieron su última expedición en mayo de 2011 cuando coronaron la cuarta cumbre más alta del mundo, el Lhotse (8.516 metros). La aventura estuvo a punto de terminar en tragedia. Pese al susto y pese al "olvido" institucional que perciben en Barakaldo —"para tener tres ochomiles y haber probado seis, he tenido muy pocas ayudas, por no decir nada"—, y aún en periodo de recuperación de su salud, tienen claro que seguirán adelante. "Volveremos a subir montaña".

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> 2/6/2011. La gravedad de las congelaciones del montañero Roberto Rodrigo le obligan a seguir hospitalizado 15 días mientras Isabel García será dada de alta pronto
> 27/5/2011. Los montañeros Roberto Rodrigo e Isabel García llegan a España para ser tratados de las congelaciones sufridas en el Lhotse
> 24/5/2011. Los montañeros barakaldeses Roberto Rodrigo e Isabel García son evacuados en Nepal de la cuarta cumbre más alta del mundo



Foto: Koldo Llorente
Pregunta. La montaña absorbe todo su tiempo.
Roberto Rodrigo (RR). Nosotros no nos dedicamos a ello. El fin de semana y en vacaciones viajamos y hacemos montaña.
Isabel García (IG). Sí, nuestra vida es como la de otro cualquiera, trabajamos entre semana y los sábados y domingos nos vamos a la montaña. No lo hacemos como algo profesional, es nuestra afición.

P. ¿Cómo se preparan para subir a la cuarta montaña más alta del mundo?
RR. Lo primero, con mucha experiencia. Llevo desde los cinco años haciendo montaña e Isa desde los 20. En los últimos 10 años nos hemos dedicado a la montaña en todo nuestro tiempo libre, subimos al Argalario muchas veces y escalamos en hielo en roca. Aparte de eso, la experiencia es un requisito fundamental. No damos el salto de irnos desde Barakaldo a un ochomil sin haber escalado un monte de una altura aproximada previamente.
IG. Antes de plantearnos hacer un ochomil hemos pasado por América del Sur y hemos escalado montañas de más de 4.000 metros. También hemos estado en Irán, África y muchos más sitios. Vamos, que la cosa no ha sido pasar de escalar en los Picos de Europa a un ochomil, ni mucho menos.

P. ¿Cómo se entrenan para subir a un ochomil?
IG. Nuestro entrenamiento es el fin de semana en las montañas. Aparte de eso, es importante prepararse también psicológicamente. No es sólo decir “¡Venga, como estoy muy fuerte, voy!”

P. ¿A qué temperatura estuvieron en la cima del Lhotse?
IG. Tuvimos suerte que no hizo mucho frío y nos hizo buen día.
RR. Aún así, estábamos a unos 20 grados bajo cero. La temperatura varía mucho. Hay veces que dentro de la tienda podemos estar a casi 40. En general, cuando hay sol suele hacer bueno, pero en el momento en el que se va puedes pasar de estar a 20 grados sobre cero a 20 bajo cero.
IG. Llevamos la ropa adecuada, térmica y de pluma, no es como pasear por Barakaldo. Además, estamos siempre en movimiento y eso ayuda a no pasar frío.
RR. Depende de la hora del día, hay momentos en los que puedes estar con una camiseta fina y no pasas frío. De hecho, en ocasiones hemos estado en el campo base en pantalón corto.

Foto: Isabel García y Roberto Rodrigo
P. En ocasiones hay que retroceder al campamento base.
IG. Sí, eso es debido a las condiciones climatológicas y también a la aclimatación que tienes que hacer. No puedes llegar y subir a lo loco, ni tu cuerpo ni tu cabeza lo aguantaría. Se sube 'en sierra', al campo 1, te bajas, dejas allí el depósito, vuelves a subir al campo 1 y te quedas allí a dormir, luego subes al 2, duermes y vuelves a bajar al 1. Vas alternando. Hay que tener mucha paciencia. Cuando por fin te aclimatas bien haces el ataque a cumbre.
RR. Hay que estar preparado muy bien psicológicamente porque pasar por el mismo sitio igual siete veces con el esfuerzo que supone no es algo fácil. Además nosotros los ochomiles que hemos probado hemos ido sin sherpas de altura y sin oxígeno. Eso supone mucho más esfuerzo. Si tienes un sherpa de altura que te va montando los campamentos subes más que nada a aclimatar. En cambio, si vas sin sherpa de altura tienes que subir tu mochila con las tiendas, el gas y comida. Es un curro. Además cuando vas a un ochomil, si no haces cumbre te sientes como que no has hecho nada. En cambio, si vas a montañas no tan altas como los Alpes o a Perú, que en un mes igual intentas 10 montañas, siempre tienes más posibilidades de hacer cumbre.

P. ¿Es el ataque a la cumbre la parte más dura de la escalada?
RR. Se trata de culminar todo el trabajo hecho hasta ese momento. Cuando hicimos el Makalu nos quedamos a 65 metros de la cumbre debido a las condiciones climatológicas. Fue un trabajo muy duro llegar hasta ahí y nos tuvimos que quedar a escasos metros de la cima pero tuvimos que volver. Nos volvimos a casa sin el Makalu, por mucho que hayamos estado a un paso de hacer cumbre.

P. Los ochomiles son algo especial para los montañeros.
IG. Es algo que está de moda. Hay actividades mucho más técnicas, cañeras y difíciles que subir un ochomil.
RR. Está claro que los ochomiles venden mucho más que el resto de montañas. Si vas al Ayuntamiento y dices que vas a escalar una montaña de 6.000 metros que no la conoce casi nadie pues no te van a dar un duro. En cambio, si dices que vas a un ochomil ya te miran con otra cara.

P. ¿Qué se les pasó por la mente nada más llegar a la cima del Lhotse?
IG. No piensas nada de otro mundo. Por fin has llegado después del tremendo esfuerzo que has hecho. Yo llegué un poco antes que Rober y pensé que esperaba que llegase lo más pronto posible. Después sacas unas fotos y disfrutas del paisaje que de verdad es algo impresionante, precioso. No hay que olvidarse de que también hay que bajar.

P. ¿Es complicada la bajada?
RR. Más que nada estás cansado. Es una gran montaña, bajas motivado, pero cansado. Todo depende de las circunstancias en las que te encuentres. Cuando descendimos del Makalu lo pasamos mal. Estuvimos tres horas perdidos por el monte con fuertes vientos y todo nublado.
IG. En ese momento no piensas que no has hecho cumbre, lo único que piensas es en salir, sobrevivir.
RR. En cambio, cuando descendimos del Lhotse nos hacía buen tiempo. Estuvimos un buen rato disfrutando de la cima y después empezamos a bajar. Me quedé ciego a 8.300 metros. Isa me tuvo que ayudar a bajar, yo no podía. Llegamos a las cinco de la mañana al campo 4. Fue muy duro.

Foto: Isabel García y Roberto Rodrigo
P. ¿Qué le produjo la ceguera?
IG. Los médicos no están seguros. Primero se pensó en las gafas, pero no sabemos si fue eso porque se quedaron arriba. También hablan de deshidratación, congelación, falta de oxígeno o incluso por un movimiento de cuello mirando hacia arriba. Se conjugaron una serie de factores y por ello perdió la vista.

P. ¿Durante cuanto tiempo estuvo ciego?
RR. Hasta el campo 4, al que llegamos a las cinco de la mañana. Cuando empezó a amanecer yo apenas veía y lo poco que podía ver era muy borroso. Me vendaron los ojos y estuve sin ver 48 horas. Llegué a Zaragoza con un 20% menos de visión menos en un ojo y un 70% menos en el otro. Tuve dos derrames fuertes. Los médicos me dijeron que había tenido suerte porque no me pilló el nervio óptico, si no ahora estaría ciego. Afortunadamente he recuperado toda la vista.
IG. Si pierdes aquí la vista es duro, pero imagina a 8.300 metros.

P. ¿Cómo podría explicar la atracción que ofrecen los ochomiles sobre los montañeros?
RR. Más que la atracción yo creo que es la superación de uno mismo. Cuando vas la primera vez al Gorbea ves otra montaña al lado más alta y te llama la atención. Cuando escalas montañas cada vez más altas, cada vez es más duro y cada vez cuesta más montar los campamentos.
IG. Te haces una pregunta siempre y es: ¿Seré capaz de subir a un ochomil?
RR. Cuando en los años ochenta subían al Everest Zabaleta y todos estos, piensas en que si algún día podrás hacerlo tú. Van pasando los años y te vas superando a ti mismo, van surgiendo nuevos retos.
IG. Llega por fin el día en el que planteas que tú próxima aventura sea un ochomil. Empiezas por un ochomil raspadillo y luego vas progresando. Pero nosotros tampoco tenemos una especial atracción por los ochomiles. Podemos ir al Gorbea y estamos igual de contentos. Nos atrae la montaña, la naturaleza, el aire libre, no los ochomiles. Bueno, también nos atraen, pero por ese afán de superación. Son retos.

P. ¿Se arrepiente uno de la aventura cuando está hospitalizado? ¿Cómo se sienten a más de 8.000 metros con ese frío?
RR. Sabía que tenía congelaciones, pero no pensaba que de un nivel tan alto. La noche que perdí la vista no parábamos de andar, lo único en lo que piensas es en salir de allí. Cuando llegas al hospital y te dicen lo que tienes es cuando piensas pues que no merece la pena.
IG. Nunca sabes qué va a pasar. Sabes que puedes sufrir congelaciones. Si sabes de antemano que van a amputar 19 dedos por supuesto que no merece la pena. Incluso sabiendo que vas a perder una falange del dedo meñique nada más, no vas. A nadie le gusta perder parte de su cuerpo. Ves que les pasa a los demás, pero no piensas que te vaya a pasar a ti.

P. ¿Cómo se controla una situación de pánico en la montaña?
IG. No he llegado a vivir una situación de verdadero pánico. Piensas que hay que salir y bajar, así que sacas fuerzas de donde no las hay y bajas. Hubo un momento en el que le dije a Rober que bajaba a buscar ayuda porque tenía serias dificultades para bajar. Él me dijo que no, que si bajaba no iba a poder volver, así que nos pusimos manos a la obra y con paciencia.
RR. Yo no sentí tampoco pánico. Sientes que tienes que seguir adelante y luchar. Si me hubiera sentado, podría haber sido lo más cómodo, le habría dicho a Isa que fuese a buscar ayuda y oxígeno, pero ahora tal vez no estaría aquí. Creo que el tener una cierta experiencia ayuda a controlar este tipo de situaciones. Sin descansar, sin sentarnos, manos a la obra, gracias a la experiencia que nos ha salvado.

P. ¿Qué es lo que impulsa a seguir adelante en las montañas sabiendo uno que puede dejarse la vida en ellas?
IG. Al fin y al cabo es lo que te gusta y no vas a renunciar a ello. Te atrae igualmente, incluso después de todo lo que hemos pasado.

P. ¿Cuál es su montaña favorita?
IG. A mí personalmente me gustan todas, no tengo una favorita.
RR. Yo me quedo con los Picos de Europa. Me traen muy bueno recuerdos.

P. ¿Hay que seguir un régimen alimenticio y un entrenamiento concreto?
IG. No, ni una ni otra. Hay que comer bien, de todo, eso sí. En cuanto al entrenamiento, nuestro entrenamiento es todos los sábados y domingos en la montaña. Cuando estamos en Himalaya comemos mucho arroz, verdura y pollo. A mucha altura, pasta y barritas energéticas.

P. ¿Qué iniciativas tiene Barakaldo para impulsar el alpinismo?
RR. La verdad es que estoy un poco desilusionado con la actitud del Ayuntamiento de Barakaldo hacia este tema. Para tener tres ochomiles y haber probado seis, he tenido muy pocas ayudas, por no decir nada. En los tres que no he hecho cumbre me he quedado a escasos metros, menos de 100. Además, llevo 30 años haciendo montaña y he escalado muchas montañas del mundo. Me parece un poco triste. He presentado proyectos con fotos de diferentes expediciones y no nos han ayudado nada. Luego ves a amigos de pueblos que no son la mitad que Barakaldo y el Ayuntamiento del lugar en el que viven les da ayudas y a nosotros ni los buenos días. Luego vas un día a Gorostiza y ves que se han gastado 13 millones de pesetas en un rocódromo que nadie utiliza.

P.  Cuando se superan los 8.000 metros, ¿se olvida de la crisis económica, los recortes sociales, corrupción y de los problemas diarios que se viven varios miles de metros más abajo?
IG. Allí, la verdad, no es que te olvides de la crisis, te olvidas de todo en general. Igual que cuando te vas de vacaciones a la playa, desconectas por completo. Te olvidas de todos los problemas, a nivel social, familiar, todo. Cuando vuelves y pasa un mes o dos, vuelves a la realidad.

P. Ustedes han escaladado montañas de todo el mundo, muchas de las más altas del planeta. De todas ellas, ¿cuál ha sido su mayor experiencia?
IG. Ahora mismo la del Lhotse, porque ha sido la más dura con diferencia y la más reciente.
RR. Yo me quedo con el Kantengry, en Rusia. Una montaña de 7.000 metros preciosa con unos atardeceres espléndidos.

P. ¿Cuál será el próximo reto?
RR. Ahora hay que recuperarse, volver a coger movilidad, y después ya se verá. El tiempo lo dirá.
IG. Nuestra cumbre ahora mismo es la total recuperación. Una vez zanjado ese tema, sí que volveremos a subir montañas, o eso nos gustaría.

P. ¿Intentarán algún día atacar la cumbre del Everest?
RR. En principio no, yo por lo menos. A mí, en caso de subir al Everest, me gustaría hacerlo sin oxígeno, esa es por lo menos mi filosofía y veo que no voy igual que a un sietemil. Por eso prefiero subir montañas más bajas pero sin oxígeno. Aún así, no la descartamos, nunca se sabe, pero mi filosofía es que el día que intente el Everest será sin oxígeno, y en el Lhotse he comprobado que a 8.300 metros lo he pasado mal. Me llenan más montañas más pequeñas.
IG. Al final lo importante es disfrutar y poder subir montañas juntos. Estoy convencida de que dentro de un tiempo podremos volver.